El proyecto Cuenca Sana-Comunidad Sana (CSCS) del grupo Salvemos el Río Laja impulsa en las comunidades rurales acciones para recuperar y estabilizar la disponibilidad de los recursos ambientales, nutricionales y económicos. Esto requiere de un cambio profundo de hábitos y de cultura, lo que produciría un cambio de realidad para el bienestar presente y futuro. Los pilares de este programa son acciones sostenibles, una nueva relación con la naturaleza y una consciencia sobre tareas concretas frente al cambio climático. La propuesta requiere de visión clara y voluntad férrea para lograr otro tipo de convivencia con la naturaleza, generado por la comunidad misma.

Alianzas, innovación, imaginación y creatividad otorgan certeza, confianza y bienestar a las familias aún en tiempos de contingencia y vulnerabilidad. Es dar los primeros pasos en un camino aún no transitado e impredecible que sólo puede descifrarse observando el estado y salud de nuestro medio ambiente y el ser humano que lo habita.

Las soluciones basadas en la naturaleza son el punto de partida para encontrar y sumar la resiliencia (adaptación al cambio-realidad) que CSCS promueve en comunidades rurales de tres municipios del estado de Guanajuato, explica Jalil Aragón, al frente de CSCS. ¿Qué son éstas?, preguntamos.  En primer lugar, nacen de la observación sensible. “La naturaleza nos dice qué hacer y qué no hacer. Pero ¿quién escucha la solución? Ese es el punto crucial. Hay quien va de paseo al cerro y no ve nada. Pero hay otro que observa y empieza a ver posibles soluciones. Puede ser que la naturaleza le diga aquí falta algo (respeto), o sobra algo (extracción).”

Originalmente los ejidatarios que vivían en el cerro eran los guardianes de la naturaleza. Antes había un mayor equilibrio y convivencia con el entorno. Se acompañaban. “Muy pronto se perdió  esa vocación cuando nos convertimos en agentes productivos y consumidores compulsivos. De la convivencia pasamos al extractivismo. Sacamos los recursos sin regresar nada a cambio y sin notar los impactos visibles,” apunta Jalil.

“Cuando hablamos de soluciones basadas en la naturaleza me refiero a ese acompañamiento. Al acompañarnos observas qué te dice esa otra presencia, cómo se siente, qué necesita. Ya es tarde para solucionar todo, pero por lo menos saber cuándo detenerte o qué falta por hacer es un buen inicio. Si una persona va al cerro y en vez de extraer todo lo que puede permanece quieta observando, entonces percibe otro mensaje, posiblemente la solución. Con el simple hecho de no quitar, ya es una solución.”

“Escuché decir que en cierto lugar estaban quitando los árboles porque no eran de la región y estaban tomando el agua del suelo. Entonces, en su lugar, plantaron árboles nativos. Están tan desconectados que llegaron a esas conclusiones. Porque creo que uno de los menores problemas que tenemos en este momento es un árbol tomando agua.”

Alguien diría que de acuerdo con la vocación del suelo hay plantas que requieren un mayor consumo de agua que otras. Sin embargo, el hábitat está cambiando de temperatura y de ciclos de temporal y en este momento todo se está adaptando a los cambios. “El humano es el único que quiere seguir siendo el mismo y repitiendo lo mismo, tomando todo lo que se le antoja y cada vez quiere más. Cuando la naturaleza te dice ya no tengo más árboles para darte, habrá quien siga haciendo mesas. En vez de hacer otras cosas,  insiste en lo mismo. No busca otra salida.”

Como humanos somos creativos, innovadores y resilientes siempre y cuando aprendamos a soltar.  Las soluciones basadas en la naturaleza implica “quitarte los lentes del consumismo y dejar de ver a un árbol como leña. Un árbol es un ente vivo que nos procura salud y nos acompaña en la vida, en otras palabras, provee nuestra vida con su propia vida.”

Pese a todo, las comunidades rurales “quieren más a la naturaleza y tienen más fe” que los habitantes urbanos. En las comunidades todavía se maneja la fe. Si se quiere se puede, y si se puede, se quiere, dicen. Pero en las ciudades falta la conexión con todo lo vivo y se ignoran los impactos graves que ya están presentes.

Observación y acompañamiento

¿Que tanto han avanzado las comunidades con respecto a esta capacidad de observación y de acompañamiento con la naturaleza?

“Cuando hablas con las personas de las comunidades rurales te das cuenta de que  tienen mucho conocimiento, más que en las zonas urbanas. Pero están en situaciones tan apremiantes que echan mano de lo que tienen alrededor. Además,  desde sus celulares reciben información sobre los hábitos consumistas de la vida urbana pero sus ingresos son muy diferentes.”

Últimamente se han sumado factores negativos que merman la energía de las comunidades. Muchos perdieron sus milpas y se percibe un 60% de incremento en los productos de alimento. La pregunta es ¿cómo van a aprovechar esta coyuntura para provocar un cambio? Estas son personas que viven con un promedio de 700 a 1000 pesos a la semana y el maíz ha subido por lo menos el doble y el frijol y arroz también han tenido incrementos.

“Creo que todavía no asimilamos lo que está pasando. No vemos la fórmula completa. Sólo percibimos de manera aislada el incremento de los productos y por alguna razón pensamos que eso se va a detener por sí mismo. La pregunta adecuada en este momento es ¿qué debemos y podemos hacer? ¿Estamos saturados y resignados? O ¿estamos esperando a que alguien más resuelva? Y si lo pudiera resolver, ¿quién sería y qué haría? Pensándolo bien, no existe tal salvador. Somos los habitantes quienes debemos responder a estas preguntas y dar los primeros pasos sin saber aún con certeza si estamos en lo correcto. Hoy, lo único correcto sería hacer las cosas de manera diferente desde una actitud de respeto”, concluye Jalil.

Una situación crítica obliga a preguntarnos qué tengo, con qué cuento en este momento para garantizar la supervivencia. Si hay aguas grises y agua del pozo o inundaciones ¿qué podemos hacer con esa agua? Imaginar cómo la naturaleza funciona y crear sistemas para dar utilidad a estas aguas siempre y cuando seamos responsables con los productos de limpieza que consumimos para no perjudicar a las plantas nativas con aguas grises contaminadas. Con las aguas grises también podemos crear pequeños hábitats para aves y polinizadores o regar los árboles. “Si tengo una milpa, en vez de sembrar como lo hacía tradicionalmente, ahora abro el surco de otra manera para retener la humedad. Agrego algún material vegetal que podé como cubierta de suelo. Eso significa observar.”

En estas comunidades la técnica para sembrar es una mezcla entre lo artesanal y lo industrial. “Meten la yunta, deshierban a mano y luego agregan los herbicidas. Siembran semillas mixtas modificadas genéticamente pero también las que siempre han usado.  Siguen el hábito del monocultivo sin mezclar especies para enriquecer el suelo. Algunas familias ya están observando lo que el suelo y el agua demandan y están aplicando soluciones para retención y enriquecimiento de suelo y agua.”

Hay experimentos ya latentes en la localidad y comunidades. Lo más complejo, —según quienes se dedican a esto—, es la mentalidad del campesino y agricultor que no quiere cambiar sus prácticas porque se adecúa a los hábitos tradicionales. Por ejemplo, la agricultura regenerativa separa el ganado y borregos en ciertas partes del monte para que abonen la tierra, coman de manera sustentable y pastoren de manera controlada, pero esto implica un cambio integral cultural y colectivo ya que requiere de acuerdos en áreas comunes. Volvemos a la pregunta ¿Quién invita? ¿Quién capacita?

Hacia una nueva realidad

En días recientes el equipo de CSCS realizó una serie de diagnósticos socioambientales abarcando un 30 por ciento de las comunidades para medir los avances de la resiliencia en los hogares. Esto implica que toda casa debe tener espacios privados como azoteas verdes, ornamentales, huerto de hortalizas aromáticas, medicinales, árboles frutales, sistemas agroforestales tradicionales, sistemas de aprovechamiento y captación de agua de lluvia, aguas grises e inundaciones, conservación de suelo y agua, equilibrio del ecosistema. Además, cada hogar debe tener un consumo responsable del agua, un conocimiento de las problemáticas y soluciones ya puestas en acción como por ejemplo: alimentación sana, preventiva y sostenible de proteína vegetal, hortalizas según la región, hierbas medicinales y agua de calidad.

Se trata de observar qué es lo que viene e innovar, agrega Jalil. Eso es tener resiliencia. “Si se perdió el maíz entonces se experimenta con el amaranto. De las personas que participaron en las encuestas para este diagnóstico un 10% confía en que pueden lograrlo. Dependemos de ese 10% para que se pueda multiplicar. Cuando se empiece a multiplicar es porque ya entró en las células de las personas. Y para eso necesitamos hablar de realidades concretas muy crudas. No es para asustarlos, sino para que dejen de pensar que los recursos son infinitos. Es necesario que la imaginación y creación se activen. Por eso estamos midiendo la huella hídrica.  Que sepan que, a menor huella hídrica o consumo responsable del agua, menor será el sufrimiento cuando lleguen al día cero.”

También es importante el trabajo o colaboración en equipo para generar un bienestar colectivo. “Al final, cada comunidad (o familia) debe acumular un total de 15 puntos para garantizar la resiliencia.  Ahorita tienen un promedio de 3 a 6 puntos por familia. Así podemos detectar qué es lo que falta y qué es lo que sigue.”

Cuando estas familias acumulen los 15 puntos —porque no se trata nada más de tener las soluciones técnicas— y hayan asimilado en su mente y corazones las soluciones basadas en la naturaleza, entonces empezarán a cambiar e inspirar a otros con su modo de vida. Habrá un cambio en la cultura del agua, de siembra y de alimentación. Un cambio de realidad. Es significa Cuenca Sana-Comunidad Sana.

Tomado del periódico Atención

https://www.atencionsma.com/columnistas/libera-lang/acompanarnos-de-la-naturaleza-que-significa/