Cuando se seca un río, se inunda un pueblo, se incendia un bosque o se envenena el agua estamos hablando de un sistema de vida y de pensamiento que se seca, se inunda, se incendia y se envenena. Es un sistema de creencias y de hábitos de la humanidad que se colapsa y lo vemos reflejado en los escenarios caóticos naturales, espejo de nuestros pensamientos y acciones.

Los aborígenes de Australia llaman a nuestra civilización actual El Gran Olvido. Dicen que hemos perdido todo contacto con el Origen. Hemos olvidado quiénes somos, dónde está nuestra fuerza y qué lugar ocupamos en la naturaleza junto con las demás criaturas sintientes. Dicen que nos hemos distanciado de la fuerza vital, fluida y congruente de la vida. Saben que Naturaleza es la gran Maestra.

Entonces tiene sentido preguntarse: ¿qué hay detrás de todo ese cúmulo de civilización, de cultura y refinamiento del intelecto que ha olvidado el Origen? ¿Qué hay detrás de todas las discusiones teóricas, metodológicas, modelos educativos, ideologías, políticas económicas y demás? ¿Qué hay detrás de ese laberinto de reglas, normas, dogmas y competencias que rige nuestra sociedad? Hay modelos. Hay creencias. Hay programas que convienen a una idea de sociedad. Cuando estos modelos se agotan y pierden su equilibrio, vienen otros que los reemplazan. Y así vamos por la vida reproduciendo modelos sin preguntarnos de dónde vienen y a quién le sirven. Los aborígenes de Australia dicen que vivimos extraviados, anestesiados sin preguntarnos para quién trabajamos cuando seguimos ciegamente los modelos impuestos de esta sociedad amnésica.

Si el actual derrumbe de sistemas educativos, políticos, económicos y ecológicos no es más que el derrumbe de un sistema desequilibrado y obsoleto de pensamiento, también es cierto que hay otras formas de pensar para recrear el mundo. Hay otras maneras de imaginar la vida que deseamos vivir. La fuerza del enfoque sirve tanto para destruir como para co-crear. El poder de nuestra intención mueve las partículas de la materia. Somos lo que pensamos.

Si afuera vemos sequías, inundaciones y envenenamiento de ríos y mares, no es más que el estado del ser que somos en este momento y debe ser remplazado por otro. El sistema de creencias y hábitos debe regenerarse al igual que los ecosistemas de la Tierra se regeneran para sostener la vida en el planeta. 

Las catástrofes naturales nos llenan de dolor y desesperación si nos enfocamos en la destrucción. Sin embargo, las culturas indígenas capaces de comunicarse con la esencia de Gaia tienen una visión muy diferente. La Madre Tierra es el gran regenerador, dicen.  Incluso cuando las cosas se descomponen, se queman y vuelven a la tierra, se transforman en alimento vivo para la próxima regeneración. Si bien las cicatrices pueden extenderse lejos y profundamente en la superficie, hay vastas fuerzas de regeneración que trabajan invisiblemente para restaurar la piel del planeta.

La visión indígena dice que las formas regresan a la tierra de donde nacieron. La plantilla de sus cuerpos no desaparece. Toda la creación proviene del reino espiritual y puede manifestarse en forma física cuando las condiciones son correctas en la evolución total de esta aventura en el reino físico.

La perspectiva de cada criatura está influenciada por su propósito en la Tierra, su papel en la red de la vida. Los ecosistemas ilustran esta inteligencia natural. Pero el intelecto humano piensa que sus puntos de vista son únicos. Hay muchos otros puntos de vista de miles de millones de seres que viven en el planeta. Y solo cuando se tiene en cuenta la perspectiva de la totalidad, se puede tener una idea completa de la aventura de la vida. Y la vida es este sorprendente y continuo movimiento de los átomos que forman ondas, que se revelan en estructuras de energía conocidas como cuerpos. No hay muerte como la entendemos los humanos.  Solo hay regeneración continua, recreación o restauración de formas.

II

Para la sabiduría indígena Gaia siente como todo ser vivo y pulsante. Siente con enormes ondas de sensaciones que pulsan a través de su “piel, músculos, sangre y huesos”, es decir, su tierra, ríos, océanos y montañas. No siente como las criaturas de la tierra y los humanos mediante explosiones de dolor o de éxtasis. Las sensaciones y emociones de la Madre Tierra son como ondas que provocan una acción que regenera su cuerpo entero y toda la vida que habita en ella.

Los ancestros siempre nos han invitado a cambiar de perspectiva. La suya es una  más amplia que contempla la del planeta en su totalidad que se transforma continuamente en nuevas posibilidades. Dicen que cuando la tierra parece sombría, aparentemente desprovista de vida, solo está cambiando hacia una nueva regeneración que pronto aparecerá. Perderse en especulaciones mentales no le brinda paz a nadie y mucho menos ayuda a la regeneración de la especie humana que vive los cambios del planeta como si fueran suyos. Resistirse a aceptar estos cambios es como resistirse a respirar.

Todas las culturas antiguas nos invitan a percibir estos grandes cambios como la oportunidad para recuperar nuestro propósito en la Tierra como cuidadores de la vida. Nos invitan a expresar nuestra creatividad para la recreación del mundo. Del Nuevo Mundo

Nos dice el historiador Miguel León Portilla que en los mitos de la antigüedad los dioses mueren para dar nacimiento a una Nueva Era. Tienen el don de morir y renacer, de transformarse, de parirse a sí mismos ya sea para recobrar sus manifestaciones antiguas o para reaparecer en nuevas formas. Son mutantes por excelencia. Los dioses son la representación simbólica de las fuerzas de la Vida.

La tierra cimentada por Ometéotl, el dios mexica de la Creación, no es algo estático. Sometida al influjo de las fuerzas cósmicas la Tierra es el campo donde éstas actúan y se despliegan. Cuando estas fuerzas cósmicas se equilibran, existe una edad, un ciclo, un Sol. Después de un tiempo, estos ciclos o eras pierden el equilibrio y sobreviene un cataclismo. Es como si Ometéotl retirara su apoyo a las criaturas. Sin embargo, como una prueba de que su acción permanece, aparecen nuevas edades, un principio latente de evolución, un nuevo Sol.  Estamos en el quinto Sol.

Cada Sol es una promesa de futuro. Es un campo de juego de regeneración continua. De evolución avanzando con vigor. Conforme las energías se mueven en ese incesante baile de Creación, es preciso cambiar de formas de pensamiento, de sentir, de enfocar. Es preciso cambiar la angustia por lo que se destruye por la creatividad de nuevas formas de vida y de sociedad.  Las respuestas a todas las preguntas sobre el bienestar de la vida están en el comportamiento de los animales, de las plantas, montañas y ríos. Escuchar su mensaje aumenta la armonía y la comprensión de la unión de todo lo vivo. Esto acelera la transformación hacia un bienestar común. Esto ya no sería una promesa de futuro, sino un ensueño actualizado, la imaginación del Nuevo Mundo convertida en acción.