El consumidor tiene la última palabra…

Transitar de un modelo agrícola a otro, o fusionarlos para regenerar suelos y conservar el acuífero no sólo depende de la voluntad política de un gobierno y los agricultores industriales, sino mayormente en la demanda del mercado. Está comprobado que los cambios más importantes en la agricultura no han salido de sus agremiados solamente, sino del “comportamiento de los consumidores”, reconoce Ignacio Soto, agricultor de la región norte de Guanajuato.

“El día en que el consumidor exija que los productos sean generados bajo condiciones de ahorro del agua y regeneración de suelos, con un sello que lo garantice, todo cambiaría. Lamentablemente en México se compra lo más barato. No premia económicamente al que está haciendo bien las cosas.”

Por consiguiente, si los agricultores industriales se apoyan en la demanda del mercado para revolucionar sus prácticas, —lo comprobamos sobre todo en la agricultura de exportación— ¿en qué países hay un ejemplo contundente de agricultura regenerativa a gran escala?

Gerardo Ruíz, experto en planificación holística de ranchos y proyectos regenerativos de producción asegura que en México ya está sucediendo  pero “no al nivel que nos gustaría, pero está sucediendo”. En Australia, Europa y Estados Unidos los agricultores tienen mucha más presión por parte del consumidor. El consumidor es lo que Gerardo llama el “clima mental” o “clima humano”, pero reconoce que éste es más difícil de cambiar que el clima atmosférico. “Es obvio que el consumidor tiene un rol importantísimo.”

Sin duda, los consumidores sostienen aquellas prácticas que agotan los suelos y el agua —por “ignorancia y falta de educación”—, o por el contrario,  los regeneran desde sus prácticas de consumo consciente y ecológicamente alfabetizado. Es decir, todos somos responsables de nuestras acciones si comprendemos la fundamental unidad ecológica de la naturaleza, un principio universal. Honrar esa conexión implica una ética del consumo que se traduce en la ausencia de toda huella o desgaste ecológico.

Si pudiéramos visualizar una tabla comparativa donde se observan las tendencias de consumo comunitario y local (alimentación sana, producción sostenible), frente al consumo en las grandes cadenas de supermercados que ofrecen la producción agrícola masiva industrial, fácilmente comprenderíamos hacia dónde se dirige el futuro del planeta.

Mucha de la humanidad consciente ya ha comenzado a crear huertos de traspatio y comunitarios en las zonas rurales, así como en terrenos baldíos en las zonas urbanas. Comer un jitomate cultivado en tu propio jardín o colonia parecería una contribución ínfima al equilibrio ecológico mundial, pero significa todo a nivel de integración humana con el lenguaje de la naturaleza. En el mismo orden de hechos se está relacionando la salud del entorno con la salud de cada individuo al encontrar alternativas a la violencia y sobreexplotación que implica el consumo de carnes.

 Agricultura regenerativa y realidad social

Ignacio Soto reconoce que estas prácticas agrícolas regenerativas son esfuerzos aislados o nichos de mercado. “Son muy pequeñas las superficies cultivadas así. Se requiere de grandes estímulos para hacer bien las cosas y debe haber políticas públicas para ampliar estas superficies y convertir esta práctica en un bien público.”

Sin embargo, a decir de Soto, la industria agrícola de Guanajuato no es ajena a esta tendencia. “Nosotros tenemos record de orgánicos y de agricultura protegida para el cambio climático. Y cuando hablo de orgánicos quiero decir que hay agricultores que respetan el suelo, el agua y los trabajadores. Además, nuestros productos orgánicos de exportación son capaces de certificarse ante una instancia como la Certificación Orgánica Regenerativa.”

Además, “la agricultura protegida para el cambio climático” tiene que estar en un microclima. Implica conservación de suelos. “Muchos lo hacen con hidroponia, un uso supereficiente del agua. Lo que nos falta ahora es medir el ahorro del agua con este tipo de producción. Debemos exigirle al gobierno que nos proporcione ese dato. Siempre nos dicen cuánto se gasta, pero no cuánto se ahorra. Lo estamos exigiendo en lo estatal, lo federal y municipal.”

El tema cae por su propio peso en un estado como Guanajuato donde la pujanza económica compite con varios estados de la república. Con más de 30 parques industriales, la agricultura es la segunda fuerza productiva más importante del estado, después de la automotriz. Estamos hablando de exportaciones millonarias.

“Sin embargo, la pujanza no es equitativa. Del millón de hectáreas cultivadas en Guanajuato, 600 mil son de temporal y 400 mil de riego”, según datos proporcionados por los mismos agricultores. Pero sólo el 4 por ciento corresponde a la agricultura de exportación. Es decir, “el éxito y la riqueza se concentran en 40 mil hectáreas de altísimo rendimiento y conservación de suelos y agua. El otro 96 por ciento corresponde al agricultor nacional, polarizado entre la tecnificación más avanzada en sistemas de riego y las prácticas rudimentarias tradicionales,” explica Soto.

Quienes padecen mayormente la crisis hídrica del estado son los pequeños agricultores. Ignacio Soto reconoce que “sacar el agua de pozo a 250 metros de profundidad tiene un costo altísimo.  Llegas a pagar recibos de luz hasta de 150 mil pesos para extraer el agua. Y los productos suben de precio por la misma razón. Aquí en Guanajuato vemos una extrema pobreza y el agricultor, en su mayoría, no vive de eso. Tiene que trabajar en otra cosa. Si cultiva la tierra es porque la heredó. Tampoco tiene buenas prácticas y lo que cosecha no es ni para el autoabastecimieto.”