Todos en la encrucijada…

La demanda alimenticia mundial y la sobreexplotación de los acuíferos pone a todos en una encrucijada. Vislumbrar un futuro cercano donde la agricultura industrial y tradicional se encarguen de restaurar los suelos para recargar los acuíferos implica, sin negociación de por medio, alinearnos con las leyes de la naturaleza. Es decir, cambiar las prácticas agrícolas para promover la reconversión de cultivos y una agricultura de cero labranza, es decir, un tipo de agricultura regenerativa para la recuperación de suelos.

“Lo cierto es que hemos llegado a tal grado de deterioro en el campo que sí tenemos que hacer un esfuerzo por revertir esta situación de los suelos”, reconoció hace un par de años Roberto Castañeda, subsecretario de Agricultura de Guanajuato. En aquel entonces se refirió a un programa de apoyo para que los agricultores nutran la tierra. “La leonardita es un componente que viene de las minas de materia orgánica fosilizada. Se vende en sacos como nutriente puro para las parcelas”. Sin embargo, de nada sirve la leonardita sin una visión integral de cómo cuidar  la tierra.

Habría que empezar por eliminar el uso de herbicidas que se siguen promoviendo en el estado. No sólo han sido una tradición arraigada por muchos años en los gobiernos de los tres niveles —municipal, estatal y federal— sino que no ha habido una búsqueda de alternativas orgánicas efectivas para la disminución de ciertas plagas. Además, el papel que juegan las empresas de herbicidas promoviendo estos productos es muy cercano a los campesinos y gobiernos locales.

En la búsqueda de otros paliativos, Ignacio Soto, agricultor de la región norte de Guanajuato comentó que en las zonas muy afectadas se está tratando de “regularizar una práctica que se puso de moda”. Guanajuato ha tenido relevancia por el tequila y el mezcal. De ahí que se estén recuperando las cactáceas y agaváceas como uno de los grandes valores de la región. Desde el aloe vera hasta diversas variedades de ágave para mezcal. “Hemos visto que mucha gente no siembra agaves para el mezcal sino que los depreda para un uso inmediato sin preocuparse de su renovación y manejo.  Actualmente se están fomentando otras prácticas para que los agaves puedan convivir con otra vegetación, otras especies nativas como el nopal que no requieren de tanta agua.”

Conservar el suelo es aprender a hablar el lenguaje de la naturaleza. Y la naturaleza es sinónimo de diversidad, convivencia, intercambio, redes de inteligencia orgánica en transformación y recreación continua.  No debe haber monocultivos, “como en Jalisco donde la tierra está desierta”.

Cambiamos o cambiamos.

Restaurar un terreno que ha sido afectado por la mano del hombre puede llevar entre 8 y 9 años. “Muchos agricutores no están dispuestos a esperar tanto tiempo para que el terreno se equilibre”. Y volvemos a lo mismo: “un cambio en la cultura del agua implica un cambio en el clima mental”. Sin embargo, la crisis hídrica y la sequía extrema del presente año han catalizado medidas insoslayables. “La calidad del agua es cada vez más grave. Hasta la de garrafón. Antes le teníamos miedo al arsénico. Ahora es a los metales pesados. El agua de pozo no es la solución.”

Dentro de la Secretaría de Agricultura se realizó un estudio agroalimentario y del agua. “Y nos propusimos dos retos: que los que tuvieran agua obtuvieran el máximo posible de potencial. Y los que no tienen agua que den el máximo potencial dentro de la misma tierra.  Entonces, ¿cómo hacemos para que la poca agua que cae sirva para terminar una producción de alimentos? Con buenas practicas de agricultura. Hacer rupturas verticales, curvas de nivel, crear zanjas….”

El mismo estudio arrojó otros datos. En ganadería ya no hay espacio para producir más carne en el mundo. Porque la vocación de la tierra tiene que respetarse. ¿Qué es apto para qué? Lo forestal, lo agrícola, la ganadería y demás. “Como gobierno, éste puede dar apoyos para que se respete la vocación de la tierra. Por ejemplo, el animal más depredador que hay es la cabra. Sin embargo, su leche tiene gran valor por sus propiedades. Se trata, por tanto, de que en las zonas donde hay cabras en grandes extensiones se aplique otro tipo de sistemas.”

Por otro lado, se habla de reducir el consumo de carne per capita, más no la producción de toneladas en el mundo. “Cada vez hay más humanos y la carne va a encarecer. No va a aumentar la cantidad de bovinos sobre la tierra, sólo se va a distribuir de otra manera.”

Soto concluye que la pandemia, junto con la sequía han dejado enormes enseñanzas y una de ellas es que tiene que haber un cambio drástico y pronto. El amor a la comunidad y a lo básico deben rescatarse. “Yo obligaría a los jóvenes a dar un año de servicio social obligatorio para que sea formativo. Que salgan al campo a comer huazontle, a comer quelites…lo que hay, lo que la tierra produce de manera natural y espontánea.  Que tengan por lo menos la experiencia de haberlo probado. Hoy día se confunde el éxito con el dinero y es un gran error. Con esos valores no vamos a salir adelante.”

Ciertamente ya existe mucha información, alternativas viables y una emergencia climática declarada. La crisis hídrica está aquí y se relaciona no sólo con la producción y consumo de alimentos, sino con la salud y seguridad pública. Estamos en una encrucijada que nos obliga —a todos— no sólo a presionar para que haya un cambio en las políticas públicas, las leyes internacionales y locales, sino en la vida particular de cada quien.  Ignorar la realidad amenaza el bienestar individual y colectivo y detiene un cambio cultural urgente para soltar hábitos insostenibles. El giro es hoy y depende de nosotros que así sea.