El costo del agua, en aumento…

 

¿Qué ganamos con la sobreexplotación del Acuífero Río Laja, fuente de agua para las zonas urbanas y rurales de 11 municipios del Norte-Noreste de Guanajuato? ¿Qué obtendremos de la continua perforación de pozos para el crecimiento de la agroindustria y de los corredores industriales? Economía deslumbrante y fugaz. Muchos empleos perecederos. Tierra que se agota. Abatimiento de los mantos subterráneos. Vida que se extingue. Recuperar lo perdido, sabemos, tiene un alto “costo” monetario, en caso de que no sea demasiado tarde.  

Las autoridades resuelven con infraestructuras complejas que no prometen alternativas viables y sostenibles. Estas se basan en sumar a la sobreexplotación de un acuífero agotado dejando fuera presupuestos y atención a proyectos alternativos integrales basados en aguas superficiales, infraestructura verde y educación para el cambio de hábitos.  

Tal es el caso de la construcción del “Acuaférico SAPASAMA 2040”  con un alto costo para su implementación y operación. Pretende abastecer a la zona urbana de San Miguel de Allende, según documento de planeación municipal, y amenaza con triplicar las hectáreas urbanizadas a mediano y largo plazo. Es decir, el perímetro urbano de SMA en 1993 era de 1,200 hectáreas. Para el 2015 aumentó a 2,357 hectáreas. En el 2017 creció a 2,550 hectáreas. En 2019 alcanzó 2,867 hectáreas. En el año 2040 el perímetro urbano de San Miguel de Allende tendrá 9,256 hectáreas.

Esta expansión requiere que las tomas de agua potable vayan en aumento, aún cuando no hay  un reglamento que detalle las necesidades de infraestructura verde para una resiliencia hídrica.  A esto se sumaría la problemática actual —ya aceptada por autoridades— de pozos contaminadas y con escasez.

Según el especialista en análisis de políticas públicas y objetivos del Desarrollo Sustentable Agenda 2030, Abelardo López, “en el año 2018 Sapasma reconoció 28 mil 274 tomas de agua potable registradas. Hoy superamos las 30 mil. Con los fraccionamientos nuevos que se construyen podemos llegar muy pronto a las 35 mil tomas. ¿Pero de dónde va a salir esa agua? Sólo en el municipio de San Miguel de Allende hay mil 309 pozos reconocidos por la Conagua. Puede haber más… y clandestinos”.

A esta conversación se debe agregar el “valor” aún intangible del agua para la vida silvestre de los ecosistemas, para los animales domésticos y de crianza. A este panorama, —cada día más complejo por el cambio climático, el aumento de población, la pérdida de ecosistemas y acuíferos sin recarga suficiente— se deben agregar los conflictos sociales  inminentes como consecuencia de la crisis hídrica en su límite.

Seguir extrayendo más agua del acuífero requerirá, en lo inmediato, de soluciones extremas.  Mientras tanto, los costos para la distribución del agua a los productores agrícolas, como al consumidor urbano y rural serán cada día más elevados, en lo económico y ambiental. 

¿Es posible un cambio?

Hablar de la agricultura o agroindustria como causa de la sobreexplotación del acuífero es un punto de partida insoslayable. De los 107 millones de metros cúbicos por año que autoriza la CONAGUA, la agricultura consume 92 millones de metros cúbicos.  El sector público sólo ocupa 9 millones 300 mil.

Aunque complejo, el tema requiere de acciones como el consumo responsable, la agricultura a pequeña escala orgánica, la alimentación con base en la producción local y libre de animales, entre otras alternativas.  Sin embargo, una de las más importantes es la transformación radical de la producción agrícola a gran escala. La agricultura regenerativa se presenta como una opción para la recuperación de suelos y acuífero. Ésta reúne y concilia dos de los desafíos cruciales que enfrenta el mundo: el de producir alimentos adecuados y nutritivos, por un lado, y el de restaurar ecosistemas deteriorados por la actividad humana.

El laureado científico Rattan Lal,  reconocido como la mayor autoridad mundial en ciencias del suelo y profesor de la Universidad Estatal de Ohio, —distinguido con el Premio Mundial de la Alimentación 2020— advirtió recientemente ante un auditorio de más de 200 productores agrícolas de América Latina y el Caribe  que “la humanidad no tiene otro camino más que transformar su agricultura.” 

Durante la conferencia organizada por Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) sobre el potencial y los desafíos de la agricultura regenerativa, Lal expresó que los principios fundamentales de esta práctica son la conservación de los recursos a través de la siembra directa, la reutilización de los residuos de las cosechas como abono natural, el empleo de cultivos de coberturas, el manejo integrado de nutrientes y de plagas, la rotación de cultivos y la integración de la agricultura con bosques y ganadería. “Para esto es fundamental dejar de lado una agricultura basada en la utilización de los combustibles fósiles a través de fertilizantes y pesticidas, o como fuente de energía para la labranza de los campos y el riego.”

Cuando el suelo es pobre, la gente es pobre, advirtió Lal. Explicó que la producción agropecuaria debe aplicar lo que llamó la ley del retorno: “Devuelve todo lo que saques del suelo y ocúpate con sabiduría de cualquier cosa que hayas cambiado. Intenta predecir lo va a suceder mañana. Produce más con menos”.

Lo anterior se suma a lo declarado por el experto en planificación holística de ranchos y proyectos regenerativos de producción, Gerardo Ruiz. En varias ocasiones Ruiz ha advertido que la vorágine economicista del estado de Guanajuato tendría que empezar a transitar hacia modelos más ecológicos porque las soluciones y las técnicas están ahí. Sin embargo, la limitante más grande es “mental y cultural”.

“Podemos arreglar el problema del agua, de la agricultura y el agotamiento de los suelos. Podemos fomentar  la biodiversidad y adaptarnos al cambio climático, pero si quienes toman las decisiones no tienen la capacidad de cambiar, de nada sirven las soluciones al alcance de la mano.”

El cambio mental y cultural debe generarse en los agricultores (tanto orgánicos como industriales), en los administradores políticos y en los consumidores. Por ejemplo, una de las críticas de Gerardo Ruiz al movimiento mexicano de la permacultura y agroecología es que “está peleado con el sistema financiero”. Se enfocan en la parte ecológica y social, sin generar empleos a gran escala. “Esto no es replicable por los empresarios. El gobierno tampoco se va a interesar en adoptarlo como un modelo.”