Apareció el Sol Rojo y el mundo se reescribe. Lo podemos ver en algunos de los crepúsculos magníficos de fin de año.

Las profecías indígenas dicen el Sol Rojo anuncia algo más que un fenómeno en el cielo. Es el tiempo en el que todos los sueños de la humanidad deben alinearse con el lenguaje de la Naturaleza. Anuncia que la dependencia en las leyes y hábitos artificiales que convienen a una idea competitiva de sociedad va de salida. Por obsoleta e insostenible.

A partir de que la Naturaleza fue eliminada de la conciencia colectiva como esencia, base y lenguaje de nuestra existencia, se convirtió en un complemento. Es “área silvestre” para ser estudiada y diseccionada. En nuestro mundo “lo natural” existe “a nuestro alrededor” para ser  explotado, admirado, visitado y fotografiado. Es una realidad separada. Hemos vivido siglos creyendo en esta ficción. Hemos olvidado quiénes somos como guardianes de la Vida. Dice el jefe indio Seattle: “El hombre no teje la trama de la vida, no es más que una de sus hebras. Todo lo que le hace a la trama, se lo hace a sí mismo.”

El futuro dependerá de cómo se responda a una sola pregunta. ¿Queremos convivir como sociedad y como Naturaleza que somos? Esto exige un cambio radical de hábitos. Lo que vendría siendo un cambio de civilización. El rumbo de este planeta aún puede cambiar. El hecho de que estamos tratando este tema indica que el curso ya cambió.

Dicen los ancestros que después de que aparece el Sol Rojo, sólo quedan unos pocos años para abandonar las ciudades. Sea verdad o no, la urgencia de un cambio radical está a la vista.  Algo en nuestro interior nos dice que deseamos profundamente la transmutación hacia un cambio civilizatorio.

Muchos visionarios del siglo XX y en lo que va de éste lo han pronosticado.  El mundo no aguanta más. Las evidencias se han acumulado. El malestar colectivo lo intuye. La modernidad y posmodernidad se agotaron pero aún no sabemos qué vendrá. Y como bien lo expresó Victor Manuel Toledo, ex Secretario de Medio Ambiente en un artículo para La Jornada, “este cambio requiere de la superación de teorías y métodos que enclavados en la larga tradición occidental, se han vuelto un estorbo. No hay solución moderna a la crisis de la modernidad”. Einstein lo dijo hace un siglo: no es posible solucionar los problemas con el mismo tipo de pensamiento con que fueron creados.

No es casual que los ancestros nos pidan ensoñar el futuro. Dicen: “Tú eres tu propio sueño en proceso y el sueño de este universo está esperando para darse a luz a través de ti, como tú.”

No somos co-creadores, somos soñadores, dicen. Cuando soñamos, nuestro corazón se abre, el amor encarna y sanamos. Construimos un mundo nuevo. Sanamos a los demás y nos encontramos a nosotros mismos. Los ancestros nos piden soñar nuestro re-ingreso a la Naturaleza. Imaginemos bosques más grandes, más altos de lo que el ojo puede ver; bosques por los que puedes caminar en tal estado de conciencia que realmente escuchas lo que los árboles te están diciendo. Imaginemos una Tierra donde los desiertos ya no son necesarios, porque la energía de todos los continentes volverá a estar en equilibrio.

Ensoñemos algo más profundo aún. Que el agua lleva la memoria de los tiempos. Nos pone en contacto con nuestra historia planetaria. Dicen los ancestros que la historia de esta Tierra no es fija. Se reescribe constantemente. Y el agua nos conduce a esa memoria. Está en nosotros, en nuestras células, en los ríos y en los mares. Ensoñemos esto, recordemos esto.

Viajemos hacia un nuevo mundo donde la naturaleza lo decide todo. Donde el idioma de este planeta es … el agua. Une, transporta, conecta y conduce. Limpia, alisa, suaviza y nutre.

Podemos soñar de muchas maneras. Otros lo hacen de forma concreta y aterrizada. En su artículo, Víctor Manuel Toledo se suma a muchos visionarios que enumeran algunos temas clave para la transición, empezando por la reaparición de la Naturaleza como la protagonista principal en todos los ámbitos. Hablan de la recuperación de la espiritualidad (cooptada desde hace más de 2 mil años por las religiones institucionalizadas). Se refieren al resurgimiento de la comunidad o “instinto social colectivo”, casi exterminado por el individualismo y la competitividad. Retoman el “empoderamiento de lo social frente al poder político” (partidos y gobiernos) y al poder económico (empresas, corporaciones y mercados). Vislumbran una “gobernanza desde abajo o democracia participativa”. Sueñan con una “re-conquista de los territorios”, es decir, las comunidades locales y municipales “ejerciendo control sobre los procesos en el espacio”. Promueven la “sustitución de las grandes empresas y corporaciones” por cooperativas y empresas familiares y de pequeña escala (economía social y solidaria).  Creen en la búsqueda del “buen vivir (la felicidad)”, como lo han demostrado muchos pueblos indígenas. Insisten en “desechar los dogmas modernos de desarrollo, progreso y crecimiento” —los principales autores del colapso social y ecológico— para recuperar el verdadero sentido de sustentabilidad como un organismo ecológico en continuo cambio dentro del vivir-convivir.

Tenemos los conocimientos y el entendimiento de lo que tendríamos que hacer. ¿Por qué no se ha hecho? ¿No queremos o no nos atrevemos a querer actuar? ¿Podemos crear un Proyecto Común Humano como el que plantea el biólogo/filósofo chileno Humberto Maturana? Si, siempre y cuando estemos dispuestos a “convivir con respeto mutuo, honestidad, colaboración, equidad, etica social, libertad reflexiva y la conversación como tejedor de relaciones.”

Esto no puede imponerse. Humberto Maturana advierte que sólo podemos actuar en coherencia y armonía desde nuestros deseos. ¿Ensueños? Y añade: deseos aunados a nuestra inteligencia, autonomía reflexiva y acción. Y declara: NOSOTROS MISMO SOMOS EL RECURSO, EL CAMINO Y LA SALIDA. Como humanidad, saldremos enriquecidos en sabiduría y entendimiento.

“Aquellos que se atreven a apoyar los grandes sueños de los demás funcionan en la Tierra como los padres de la evolución”, ha dicho el ilustre maestro chino Lao Tze.

Y el gran poeta, William Blake, sin duda lo refuerza:

“En tu seno llevas el cielo y la tierra. Todo lo que contemplas, aunque parezca afuera, está adentro, en tu imaginación y este mundo de la mortalidad no es más que su sombra”.