El animal sólo tiene necesidades. No desperdicia ni abusa de su energía ni de los recursos del entorno. Cuando acciona es porque un impulso profundo lo detona. Y sus movimientos son indispensables, precisos, enfocados, estratégicos. Aquí hay una ética. El animal acciona de manera congruente con el ecosistema al que pertenece. Sólo toma lo que necesita dentro de la cadena alimenticia. Tiene en su código genético el sentido del equilibrio. Es el guardíán de la Vida que lo rodea y lo sustenta.
¿Qué sería de la Vida sin esta ética, este comportamiento que contiene, sostiene, promueve, aumenta y reproduce la Vida como lo hacen los animales? Lo que conocemos hoy día como devastación ambiental.
La etología es una rama de la biología que estudia el comportamiento animal. Tiene la misma raíz etimológica de la palabra ética. Ethos, en griego, significa costumbre, comportamiento o rasgos de conducta humana. Bios, en griego, significa Vida. Etología, Vida y Etica son una misma sustancia.
En la naturaleza lo vemos fácilmente en el comportamiento animal. El Bios se manifiesta automáticamente como expresión corporal a partir de un impulso de sobrevivencia o necesidad. El Bios es la Vida misma como fuerza propulsora. Es de una eficacia impecable. En la etología la clave de esta maestría se llama Agresión Ritualizada. Significa literalmente acercamiento organizado con el entorno y las demás especies que comparten el mismo ecosistema. Garantiza la continuidad de la especie, la defensa de un territorio o la cacería del día.
La ética está codificada en la genética como instinto animal. El animal tiene clarísima su función. Esto implica un estado de alerta, observación, atención y acción determinantes. Un plan estratégico. Todo es transparente, concreto. La interdependencia de los organismos dentro del ecosistema crea una comunidad biológica. Entre las especies se transfieren nutrientes y energía. Esa comunidad es autosustentable. La sustentabilidad es una ética.
Ha llegado el momento de reclamar el conocimiento y la memoria de quiénes somos. La Biblioteca Viviente de la Tierra está en nuestras células. Ha llegado el momento de reinstaurar la belleza dando valor a la Vida.
El animal ES. No pretende Ser. Su maestría viene del impulso vital para ser Vida, estar en Vida y promover la Vida. Es un imperativo en sus células. De manera muy simple y sin entrar en discusiones sobre las alteraciones que pueden sufrir los ecosistemas debido a intervenciones externas o tóxicos, la vida transcurre a partir de su unidad, claridad y congruencia. Este es el asiento de toda ética, de toda sustentabilidad.
¿Cuándo perdimos este instinto? ¿Cuándo fue que olvidamos nuestro cuerpo animal y que somos parte de esta unidad, claridad y congruencia que es la Vida? ¿Cuándo fue que abandonamos nuestra comunidad biológica?
En algún momento de la historia —y eso se lo dejamos a sociólogos y demás estudiosos— perdimos la ESCUCHA. Ya no sentimos los impulsos de nuestro código genético que es una Biblioteca Viviente. Estamos más en la abstracción de los modelos económicos y de mercado que en el Ethos del Bios. Hemos perdido la maestría para convivir con los ecosistemas. Hemos roto la cadena alimenticia fomentando la desaparición de especies. Se ha perdido el equilibrio de la Vida.
Mediante un sistema educativo sobrevalorado se nos ha vendido una versión de la realidad sin cuestionarnos jamás el contenido y el método de aprendizaje. Ahora debemos utilizar nuestro cuerpo animal para leer más allá de las palabras que nos venden ahí afuera. Sintiendo la Biblioteca Viviente en nuestra piel sabremos si resonamos o no con la autenticidad de la información que nos satura.
Toda nuestra historia está codificada en los filamentos del código genético. Así, toda nuestra piel es memoria. Los incas, antiguos griegos, tibetanos, nativos de América, mayas, aborígenes han aportado claves de entendimiento apuntando hacia los misterios insondables de la Tierra y del Cosmos. De alguna manera cada una de estas culturas mantuvieron abierta la Biblioteca Viviente e impregnaron a sus sociedades con una vital conexión con la Naturaleza. Conocían los códigos y las fórmulas geométricas almacenados en los genes. Reconocieron la razón de ser de toda creación. Fueron guardianes de la Vida.
Hoy vivimos una pandemia global. Pero la verdad es que este suceso dífícil para muchos está creando el impulso que hace falta para activar y promover el cambio de billones de personas que viven en la Tierra. Debemos honrar nuestro cuerpo animal instintivo, la Tierra y a todos sus habitantes. Ahí reside nuestra valía y nuestra ética.
Nos estamos empujando como seres humanos y como planeta hasta los últimos límites. Tenemos que redefinir fronteras, decidir qué vamos a defender y qué desechar para no desaparecer como especie. La ira colectiva de hoy tiene que ver con la desacreditación de la imaginación. La imaginación es la clave para manifestar los mensajes de la Biblioteca Viviente. ¿Cuándo fue la última vez que nos han animado para que de manera regular utilicemos nuestra propia imaginación? La imaginación es la vía para cambiar y redefinir nuestra libertad. “La imaginación es un auténtico boleto para participar en el carnaval vivo y dinámico de la Tierra”.
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